miércoles, 5 de marzo de 2014

Tu antorcha encendida...

Tu antorcha encendidaEl camino parece ya largo y pesado… no sabes más hacia dónde continuar. Lo único que te impulsa es esa obstinada, incesante búsqueda de luz. De tanto buscarla y anhelarla, te vas convirtiendo en ella, aunque parezcas no advertirlo. Sin embargo, tus acciones, más que tus palabras, son prueba de ello.

Hay en tu actitud, determinación… empeño… entereza. Espíritu indomable a pesar de los avatares del camino. Sin percibirlo, has comenzado a reflejar una luz que, por endeble que sea aún, comienza a iluminar el sendero de otros peregrinos.

La intuición te dice que algo no sólo va a suceder, sino que ya está sucediendo. No tienes pruebas palpables de ello, tus ojos físicos no te han dado señales. Las señales te están llegando más bien por el corazón.

Te das cuenta que, por fortuna, los seres se sacuden ya el adormecimiento de años y siglos. Comienzan a zafarse, a liberarse de sus cadenas físicas: “status social”, títulos, doctorados, el culto a la “belleza física”, etc., etc.

Poco a poco el ser espiritual se va liberando de esas capas de ropajes superfluos que le cubren, para dejar aflorar su real y verdadera vestimenta espiritual. Un vestuario hecho de luz. Más ligero, menos denso, porque se está liberando igualmente de las humanas flaquezas: melancolía, tristeza, ambición, rencor, odio…

Van desapareciendo viejos conceptos. La belleza no es ya física. Belleza son actos de bondad y hermandad con el prójimo. Belleza es guardar silencio para escuchar al afligido. Belleza es celebrar el triunfo ajeno… Porque belleza es verse y verte reflejado en todo y con todos los demás.

Hacia allá vamos. Aún hay tropiezos. Aún nubes grises se atraviesan en el horizonte. Pero no podemos detener la marcha. La antorcha necesita seguir encendida. No más imposiciones del ego. No más luchas por destacar por sobre los demás, en este mundo material.

La competencia actual es la competencia consigo mismo. ¿Fuimos más pacientes hoy que ayer con quienes se cruzaron en nuestro camino? ¿Nos reímos más fácilmente de nuestras propias fallas hoy que ayer? ¿Nos dejamos caer un poco menos en la pesadumbre, en comparación con el ayer? ¿Pudimos ver hoy menos claroscuros que ayer?

Sólo de esa manera sabemos que vamos por buen camino. Ya no es necesario tanto aprendizaje ni tanta lectura externa. Nosotros mismos somos ese libro abierto sobre el que se va escribiendo día a día la historia de nuestra evolución, de nuestro despertar, de nuestra “ascensión”.

La auto observación es nuestra brújula. No criticar. No juzgar… son sólo debilidades y oscuridades del ego. Son ropajes que nos quedan ya obsoletos. El espíritu no juzga, acepta. El espíritu no separa, une. El espíritu no esclaviza, libera. El espíritu simplemente ES. No se compara ni se amilana. Se sabe amor y se dedica a prodigarse.

El espíritu se viste de libertad. ¡El ropaje que siempre quisiste portar! Y cada día te sienta mejor. ¿Puedes sentirlo? Nada de horarios, fuera relojes, compromisos y “stablishments” tridimensionales. En el espíritu la libertad se vive y se palpa plenamente.

Estando ahí, en sus dominios, te descubres como montaña de fortaleza… río de luz…. lucero de esperanza… sendero de quietud…valle de tranquilidad… Porque eso es lo que eres. No ceses. La flama de tu antorcha podrá flaquear ante vientos contrarios. Mas nunca podrá extinguirse.

Continúa avivando la llama. Que cada día refulja más. Que cada día su luz palpite más intensa. Es la certeza del retorno a casa lo que te mantiene en pie. Y con un sólo peregrino que venga animado por tu luz, existe motivo suficiente para seguir adelante.

Recuérdalo, tu flama viene ya iluminando sendas. Y tú a la vez cobras fuerza por las antorchas de quienes van delante en el sendero. Todo este proceso es una interminable cadena de dar y recibir. Una infinita cadena de luz. Ningún eslabón debe flaquear. Continúa en pie.

No reconozcas cansancios, ni fatigas, ni desánimos. La luz de la gran liberación está delante de ti. Confía. Ellos te guían. Tus ángeles y Seres de Luz. Olvida desasosiegos e incertidumbres. Tu camino sigue iluminado, porque tú mismo eres esa luz.

No te rindas. Hoy menos que nunca. No lo olvides: tu verdadero campo de batalla está dentro de ti mismo. Saliendo airoso de ahí, habrás vencido en el más significativo de los combates: la conquista de tu yo interior. La reconquista de tu reino, tus verdaderos dominios: la Luz.

Sigue, hermano, compañero de ruta, ¡continúa portando en alto tu antorcha encendida!…

Elvira G.