Aunque parezca que vivimos en dualidad, en este mundo relativo, nada es bueno ni malo, simplemente complementario. El que una persona enferme es un aparente “mal” si lo vemos desde el punto de vista del enfermo. Sin embargo, ello se vuelve “un bien” para el médico que le atiende quien, con esos honorarios, podrá cubrir la colegiatura de sus hijos.
El que no duermas bien es un mal para ti mismo, porque estás desgastando anormalmente tu cuerpo físico. Sin embargo, todos los desvelados del mundo son una bendición para los negocios de café. Los fans de esta bebida creen que entre más “cargado”, mejor. Es decir, como rezaba el dicho de antaño: “siempre habrá un roto para un descosido”.
Quizás haya ahí una correlación cuando decimos “los opuestos se atraen”. Cuando alguien te hace enojar, ¿qué necesitas lograr para balancear la situación? Hacer acopio de tolerancia y perdón.
Si caes en un estado depresivo, ¿cuál, sería la solución? ¿Seguir pendiente abajo hasta tocar fondo sintiéndote mártir y echándote más tierra encima tú mismo? Para salir de esa oscuridad que no te beneficia en nada, ¿no sería mejor buscar la luz de la alegría, la acción y el entusiasmo?
Si no encuentras la verdad que buscas ahí en donde la buscas, te quedas frustrado y te das por vencido, ¿o emprendes nuevos caminos, pensando que no importa si te equivocas, lo importante es no darse por derrotado? El antídoto ahí sería perseverancia contra desesperanza.
Estar o lograr el camino del medio, como decía Buda en el Noble Octuple Sendero, es encontrar el balance, la armonía. Desafortunadamente, un punto difícil de lograr en este mundo de tan cambiantes formas y situaciones. No bien estamos felices, al rato parece que la tristeza nos consume.
Podemos estar tranquilos y, sin darnos cuenta, caemos de nuevo en la insatisfacción o el anhelo de algo diferente a lo que tenemos. Contrastes. El mundo de Maya nos rodea constantemente.
¿Habría una escapatoria de todo esto? ¿Lograr liberarnos de esta dualidad que nos altera y nos consume? Ciertamente sí. Elevando nuestra conciencia para dejar de hacer esos constantes juicios calificativos: bueno-malo, frío-caliente, áspero-suave, bondadoso-mezquino, agradable-desagradable, etc., etc.
Cuando vivamos este mundo ya sin juzgar, sin emitir opiniones ni exponer criterios que no nos soliciten, podremos salir de la dualidad. Podremos entonces aceptar que todo forma parte del Todo. Y no habrá ya más quejas ni insatisfacciones. Todo será bendito y bienvenido.
Nos habremos colocado en un nivel superior. El del Observador que todo lo ve y todo lo acepta. Que nada critica y todo lo avala. Que no discrimina, y que simplemente se integra. Nos volveremos copartícipes del Todo. Nos reconoceremos como piezas únicas e imprescindibles del rompecabezas universal. Nos daremos cuenta que el mundo no estaría completo sin nosotros, pero tampoco sin algún otro de nuestros congéneres.
Porque todos y todo es necesario para el Todo.
Elvira G.
Quizás haya ahí una correlación cuando decimos “los opuestos se atraen”. Cuando alguien te hace enojar, ¿qué necesitas lograr para balancear la situación? Hacer acopio de tolerancia y perdón.
Si caes en un estado depresivo, ¿cuál, sería la solución? ¿Seguir pendiente abajo hasta tocar fondo sintiéndote mártir y echándote más tierra encima tú mismo? Para salir de esa oscuridad que no te beneficia en nada, ¿no sería mejor buscar la luz de la alegría, la acción y el entusiasmo?
Si no encuentras la verdad que buscas ahí en donde la buscas, te quedas frustrado y te das por vencido, ¿o emprendes nuevos caminos, pensando que no importa si te equivocas, lo importante es no darse por derrotado? El antídoto ahí sería perseverancia contra desesperanza.
Estar o lograr el camino del medio, como decía Buda en el Noble Octuple Sendero, es encontrar el balance, la armonía. Desafortunadamente, un punto difícil de lograr en este mundo de tan cambiantes formas y situaciones. No bien estamos felices, al rato parece que la tristeza nos consume.
Podemos estar tranquilos y, sin darnos cuenta, caemos de nuevo en la insatisfacción o el anhelo de algo diferente a lo que tenemos. Contrastes. El mundo de Maya nos rodea constantemente.
¿Habría una escapatoria de todo esto? ¿Lograr liberarnos de esta dualidad que nos altera y nos consume? Ciertamente sí. Elevando nuestra conciencia para dejar de hacer esos constantes juicios calificativos: bueno-malo, frío-caliente, áspero-suave, bondadoso-mezquino, agradable-desagradable, etc., etc.
Cuando vivamos este mundo ya sin juzgar, sin emitir opiniones ni exponer criterios que no nos soliciten, podremos salir de la dualidad. Podremos entonces aceptar que todo forma parte del Todo. Y no habrá ya más quejas ni insatisfacciones. Todo será bendito y bienvenido.
Nos habremos colocado en un nivel superior. El del Observador que todo lo ve y todo lo acepta. Que nada critica y todo lo avala. Que no discrimina, y que simplemente se integra. Nos volveremos copartícipes del Todo. Nos reconoceremos como piezas únicas e imprescindibles del rompecabezas universal. Nos daremos cuenta que el mundo no estaría completo sin nosotros, pero tampoco sin algún otro de nuestros congéneres.
Porque todos y todo es necesario para el Todo.
Elvira G.
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