viernes, 22 de enero de 2010

La Gruta

El día amaneció límpido, con un sol tibio que envolvía a los seres en suave calor. Sin embargo, inesperadamente, el cielo comenzó a obscurecerse. El horizonte se tornó gris, presagiando la tormenta.

Encontrándose entonces en medio del bosque, Makarios corrió a refugiarse en la gruta que él conocía tan bien.

Mientras la lluvia torrencial horadaba los caminos allá en el exterior, el solitario vagabundo descubrió ante sus pies -tirada como al descuido-, una gastada hoja de papel.

El silencio y la calma circundante despertaron su curiosidad. Desplegando lentamente el empolvado papel, maravillado y sorprendido, Makarios comenzó a leer:

“En el momento más aciago de la tormenta, hay que buscar de nuevo el refugio interior. Saber callar. Saber observar y ver más allá del momento presente. Saber encontrar la calma en medio del torbellino.

Pensar largamente. Auscultar el viento. Hurgar en el futuro y tener el alma dispuesta a la aventura. Hoy terminarán las tribulaciones presentes, mañana será otro día.

No intentar detenerse en el camino aunque nos haya gustado algún paraje. El hombre sabio camina lento mirando todo atentamente, tratando de guardarlo en la memoria, para no tener más tarde que volver la vista atrás.

El hombre sabio aprecia lo que tiene, en el momento preciso, y no se lamenta de lo perdido, ni suspira por lo futuro. El hombre sabio agradece el pasado, está satisfecho de su presente y espera con tranquilidad el porvenir.

El hombre sabio recorre su camino bien dispuesto, sin culpar a nadie de sus posibles infortunios.

El hombre sabio ha aprendido que todos sus males o bienes no dependen más que de él mismo. De cómo él enfrente a su vida. Que nada ni nadie podrá hacerle daño, si él ha pertrechado cuidadosamente la entrada de su templo interior.

El hombre sabio no tiene necesidad de ir en busca de la fuente del conocimiento, porque ésta, está ahí en todo lo que le rodea, y sólo necesita interrogarse y contestarse a sí mismo en momentos de quietud y reflexión…

El hombre sabio no habla, ¡vive!...”

Cuando el extrañado y solitario vagabundo llegó al final de esas líneas, levantó la vista y, mirando hacia el exterior, advirtió que la tormenta había cesado.

Elvira G.

® Derechos Reservados.

4 comentarios:

Joce dijo...

Wow, Elvi. Otra entrada espectacular. Siempre leo tus "hijos", en el momento presiso que necesito de ellos. Gracias, como siempre:).

Un abrazoooo!

Elvira G. dijo...

Joce, déjame ver si por aquí te puedo contestar: ¿qué pena te aflige, chico sensible y profundo, que tanto te haya llegado "La Gruta"?
Recuerda las tres palabras mágicas: "esto pasará también"...
Después de la tormenta siempre llega la calma... ¡Ánimo!

¡Un abrazo!
Elvira...

María Valle dijo...

Hola Elviri, me encantó este texto de la gruta... será porque visité unas grutas recientemente, y ahí se conecta uno con su interior y encuentra una paz increíble. ¡Soy tu fan! Saludos cariñosos.
María.

Liligh dijo...

PRECIOSO!!!... FELICIDADES!!!