En la densa dimensión que habita, el ser humano se vuelve, a veces, como un payaso preso. Un payaso condenado a reír y agradar en una sociedad que no le deja moverse libremente.
El payaso de la angustia existencial, preso de la ficticia seriedad de la vida, de los convencionalismos sociales y del miedo a expresarse. El payaso preso del reloj, que se impacienta y se irrita tratando de llegar a tiempo a su destino. El payaso que debe sonreír siempre, aunque por dentro una rabia sorda lo consuma.
El payaso que tiene que inhibir sus impulsos cuando quisiera reclamar a gritos sus derechos… Y, silencioso, deambula así por la vida.
El payaso que tiene que inhibir sus impulsos cuando quisiera reclamar a gritos sus derechos… Y, silencioso, deambula así por la vida.
Ojalá pudiéramos ayudarle a romper sus ataduras, a salir de esa prisión de ceguera que lo aturde y enajena. Ojalá pudiéramos ayudarle a descubrir su propia expresión, y a quitarse esa falsa careta sonriente que tiene que ponerse día tras día… ¡ese pobre payaso de las mil máscaras y de la libertad mutilada!
¿Cómo decirte, hombre que ríes con desgano y a la fuerza, que esos zapatos no te quedan, que ese ritmo y ese paso no son los tuyos, que te has sumado a la masa, que has seguido a la manada sin poder escapar ya de ella?
Hombre, payaso preso, preso de tantas circunstancias… ¿Cómo hacerte un canto?... Un canto a la libertad…
Hombre, tú mismo has echado candado por fuera a la cárcel que te encierra, y tú mismo has multiplicado los barrotes de tu celda, hombre que no muestras la cara de frente y sin afeites. Payaso que has caído en la trampa al pensar que tienes que ser igual a todos.
Hombre mutilado, sacrificado, enceguecido. Pobre payaso, qué tristeza y qué angustia al mirarte porque esas sonrisas no brotan espontáneas, y esas miradas complacientes esconden un rechazo interior por lo que te rodea.
Para ti, pobre payaso preso, debería crearse una nueva música, una nueva palabra, un nuevo poema que viniera a recordarte la primordial libertad con que naciste y que hace mucho has olvidado.
¡Pobre payaso preso! ¡Cómo lograr que rompas los barrotes de tu celda y te conviertas, por fin, en el hombre libre más bello y verdadero!
Elvira G.
® Derechos Reservados.
¿Cómo decirte, hombre que ríes con desgano y a la fuerza, que esos zapatos no te quedan, que ese ritmo y ese paso no son los tuyos, que te has sumado a la masa, que has seguido a la manada sin poder escapar ya de ella?
Hombre, payaso preso, preso de tantas circunstancias… ¿Cómo hacerte un canto?... Un canto a la libertad…
Hombre, tú mismo has echado candado por fuera a la cárcel que te encierra, y tú mismo has multiplicado los barrotes de tu celda, hombre que no muestras la cara de frente y sin afeites. Payaso que has caído en la trampa al pensar que tienes que ser igual a todos.
Hombre mutilado, sacrificado, enceguecido. Pobre payaso, qué tristeza y qué angustia al mirarte porque esas sonrisas no brotan espontáneas, y esas miradas complacientes esconden un rechazo interior por lo que te rodea.
Para ti, pobre payaso preso, debería crearse una nueva música, una nueva palabra, un nuevo poema que viniera a recordarte la primordial libertad con que naciste y que hace mucho has olvidado.
¡Pobre payaso preso! ¡Cómo lograr que rompas los barrotes de tu celda y te conviertas, por fin, en el hombre libre más bello y verdadero!
Elvira G.
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