En estos tiempos de franco despertar, duele el ver aún a tantos seres dormidos. Entristece el constatar el gran apego que tienen ciertas personas en este plano, por el dinero y los bienes materiales. El tema de las herencias suele ponerles al acecho… cual lobos hambrientos.
Como buena “Chispita” que soy, no puedo menos que darme cuenta de ello. Si hacemos memoria, recordemos que a través de los siglos y la historia, por causa de las herencias, se han usurpado tronos, se han perdido reinos, se han separado familias, y se han destruido naciones enteras. Las guerras fraticidas causadas por este motivo, han hecho correr inútiles ríos de sangre.
¿Por qué, me pregunto, el hombre insiste en acaparar bienes materiales? ¿Eso le hará sentirse más fuerte y seguro? En su pequeñez de miras, el ser humano cree que eso es todo a lo que se puede aspirar para llevar una vida tranquila y feliz! De lo que no se percata es que es lo que menos puede garantizarle el obtener grandes arcas de dinero. Pues este último se convierte más bien en un tirano que le esclaviza con miedos y mentiras. Quien “más tiene”... ¡luego más tendrá qué perder!
Ojalá todos hiciéramos como aquél afortunado “loco” de Asís, hijo de un rico mercader de telas quien, un buen día, liberado ya de la esclavitud de los bienes materiales y habiendo sido tocado por una verdad mucho más grande que cualquier cofre de tesoros, ante el asombro de cuantos le observaban, comenzó a echar por la ventana los ricos brocados, preciadas sedas y exquisitas tapicerías que conformaban el "haber" de su padre. Éste, indignado, lo lanzó a la calle diciéndole en tono de amenaza que si no corregía su actitud, quedaría desheredado en el acto.
El impetuoso joven, sin dudarlo, se quitó la rica túnica de seda que le vestía y, lanzándola al suelo, dijo a su padre terrenal: “aquí tienes lo que me has dado y te pertenece. A partir de ahora voy en busca de mi verdadera herencia, la que Dios, mi real Padre, me ha otorgado!”
Francisco, el pobre, “el Hermano de Asís”, nos enseñó de esta manera el desprendimiento de las posesiones materiales. Quizás me digas: ¡pero qué difícil es, Chispita! Estamos en pleno S. XXI, ¡las circunstancias son tan diferentes!... Lo sé, y precisamente por eso, porque estamos cerrando un círculo, es que ahora necesitamos, aún más, desapegarnos de las riquezas materiales.
Con esto no pretendo que te conviertas en pordiosero, ni vayas por la vida mendigando. No se trata de eso. Se trata de gozar los bienes generados en este plano, compartiéndolos con los demás, pero no identificarte con ellos hasta el punto de cada vez querer más y más. ¡Hasta llegar a pelear a muerte por “tu herencia” de este mundo!
Cuando te vas de aquí nada te llevas. Eres espíritu, recuérdalo, de paso en esta Tierra. No te contamines de posesiones, ni apellidos, ni bienes materiales, ni reconocimientos académicos. Esos son oropeles que te atrapan. ¿Sabes cuál es tu verdadera herencia? ¡La Luz! El amor por todo y por todos. El ser poseedor de infinitos actos de bondad para sacarlos de tu talega y prodigarlos con los demás. El sentido de la solidaridad. El hermanarte con tu vecino. La sonrisa franca. El gesto amigo. La palabra que apoye e incentive.
La paz, la luz, el perdón. Esas son tus verdaderas riquezas. No las que te rebajan y te hacen ir a un juzgado a mendigar tus ilusorias “riquezas” de este mundo. ¡Pobres y tristes valores que de la materia surgieron... y que en polvo se convertirán! Los grandes millones en el Banco no le abren ni la más mínima puerta al esplendor de tu alma.
Reclama más bien tu verdadera herencia: la luz. La serenidad. La armonía interna. Tesoros que no se intercambian por papel moneda. Lánzate a esa lucha. Clávate en tu interior, hasta encontrar tus tesoros. No tienes que luchar con nadie para obtenerlos. Tu único adversario eres tú mismo. Ese tú mismo que a veces pretende poseer grandes hectáreas de tierras, enormes tesoros y cuantiosas divisas en los mercados financieros.
Desenmascara la realidad. No te detengas ni te dejes tentar. Vas de paso. No caigas atrapado en la densidad de esta dimensión. Procura tu riqueza interna, porque lo que tienes dentro, como un espejo, es lo que reflejas fuera.
Como Chispita, tu amiga, te lo sugiero: descúbrete. Reconócete. Eres, sí, un rico heredero. Pero de la Luz, y ésta no tienes qué pelearla. Sólo reclamarla. ¿En dónde? Dentro de ti. Sácala a flote. Es tu herencia. Es tu Luz por siempre.
Viniste aquí a recordarlo y reclamarla. Bendito eres, heredero de la luz. Bendito eres, hijo de la luz. Bendito eres. ¡Te saludo y te honro en tu esencia: Ser de Luz…!
Elvira G.
Como buena “Chispita” que soy, no puedo menos que darme cuenta de ello. Si hacemos memoria, recordemos que a través de los siglos y la historia, por causa de las herencias, se han usurpado tronos, se han perdido reinos, se han separado familias, y se han destruido naciones enteras. Las guerras fraticidas causadas por este motivo, han hecho correr inútiles ríos de sangre.
¿Por qué, me pregunto, el hombre insiste en acaparar bienes materiales? ¿Eso le hará sentirse más fuerte y seguro? En su pequeñez de miras, el ser humano cree que eso es todo a lo que se puede aspirar para llevar una vida tranquila y feliz! De lo que no se percata es que es lo que menos puede garantizarle el obtener grandes arcas de dinero. Pues este último se convierte más bien en un tirano que le esclaviza con miedos y mentiras. Quien “más tiene”... ¡luego más tendrá qué perder!
Ojalá todos hiciéramos como aquél afortunado “loco” de Asís, hijo de un rico mercader de telas quien, un buen día, liberado ya de la esclavitud de los bienes materiales y habiendo sido tocado por una verdad mucho más grande que cualquier cofre de tesoros, ante el asombro de cuantos le observaban, comenzó a echar por la ventana los ricos brocados, preciadas sedas y exquisitas tapicerías que conformaban el "haber" de su padre. Éste, indignado, lo lanzó a la calle diciéndole en tono de amenaza que si no corregía su actitud, quedaría desheredado en el acto.
El impetuoso joven, sin dudarlo, se quitó la rica túnica de seda que le vestía y, lanzándola al suelo, dijo a su padre terrenal: “aquí tienes lo que me has dado y te pertenece. A partir de ahora voy en busca de mi verdadera herencia, la que Dios, mi real Padre, me ha otorgado!”
Francisco, el pobre, “el Hermano de Asís”, nos enseñó de esta manera el desprendimiento de las posesiones materiales. Quizás me digas: ¡pero qué difícil es, Chispita! Estamos en pleno S. XXI, ¡las circunstancias son tan diferentes!... Lo sé, y precisamente por eso, porque estamos cerrando un círculo, es que ahora necesitamos, aún más, desapegarnos de las riquezas materiales.
Con esto no pretendo que te conviertas en pordiosero, ni vayas por la vida mendigando. No se trata de eso. Se trata de gozar los bienes generados en este plano, compartiéndolos con los demás, pero no identificarte con ellos hasta el punto de cada vez querer más y más. ¡Hasta llegar a pelear a muerte por “tu herencia” de este mundo!
Cuando te vas de aquí nada te llevas. Eres espíritu, recuérdalo, de paso en esta Tierra. No te contamines de posesiones, ni apellidos, ni bienes materiales, ni reconocimientos académicos. Esos son oropeles que te atrapan. ¿Sabes cuál es tu verdadera herencia? ¡La Luz! El amor por todo y por todos. El ser poseedor de infinitos actos de bondad para sacarlos de tu talega y prodigarlos con los demás. El sentido de la solidaridad. El hermanarte con tu vecino. La sonrisa franca. El gesto amigo. La palabra que apoye e incentive.
La paz, la luz, el perdón. Esas son tus verdaderas riquezas. No las que te rebajan y te hacen ir a un juzgado a mendigar tus ilusorias “riquezas” de este mundo. ¡Pobres y tristes valores que de la materia surgieron... y que en polvo se convertirán! Los grandes millones en el Banco no le abren ni la más mínima puerta al esplendor de tu alma.
Reclama más bien tu verdadera herencia: la luz. La serenidad. La armonía interna. Tesoros que no se intercambian por papel moneda. Lánzate a esa lucha. Clávate en tu interior, hasta encontrar tus tesoros. No tienes que luchar con nadie para obtenerlos. Tu único adversario eres tú mismo. Ese tú mismo que a veces pretende poseer grandes hectáreas de tierras, enormes tesoros y cuantiosas divisas en los mercados financieros.
Desenmascara la realidad. No te detengas ni te dejes tentar. Vas de paso. No caigas atrapado en la densidad de esta dimensión. Procura tu riqueza interna, porque lo que tienes dentro, como un espejo, es lo que reflejas fuera.
Como Chispita, tu amiga, te lo sugiero: descúbrete. Reconócete. Eres, sí, un rico heredero. Pero de la Luz, y ésta no tienes qué pelearla. Sólo reclamarla. ¿En dónde? Dentro de ti. Sácala a flote. Es tu herencia. Es tu Luz por siempre.
Viniste aquí a recordarlo y reclamarla. Bendito eres, heredero de la luz. Bendito eres, hijo de la luz. Bendito eres. ¡Te saludo y te honro en tu esencia: Ser de Luz…!
Elvira G.
6 comentarios:
Querida Elvira-CHISPITA, de inspiracion continua.
¡Gracias y gracias y más y más gracias!... hay momentos en que siento que sabes qué es lo que necesito leer y tú lo escribes!
Un abrazo!
Martha...
Mi querida Martha:
Espero que no sea mi ego que se crece, pero me dan un gusto enorme tus palabras!
Es curioso notar que, entre "mis cuates", pocos son quienes escriben para comentarme algo...
Deduzco que "nadie es profeta entre su propia gente"...
En fin, me da gusto que mis palabras vuelen y danzen y giren y caigan justo ahí donde alguien las necesite!
Un abrazo y mucha Luz!... ¡lo Eres!, recuérdalo!
Elvira...
Querida hermana Elvira. Acabo de descubir tu blog a través de enlace que tiene en su blog otra hermana Giselle (Mistica)http://luzdepazinterior.blogspot.com/ .
Agradezco tus palabras, me hacen sentir lo que verdaderamente soy/somos. Mucha luz para ti y todos nuestros hermanos que te lean. Namáste.
Querido EmiAstral, bienvenido a este espacio, agradezco tu visita y comentario.
Es una gran alegría para mí que mis palabras resuenen en tu interior... vibrar en la Luz es nuestro cometido.
Un abrazo, ¡y sigue explorando tu infinita riqueza interna!
Elvira G.
Querida Elvira;
me alegra enormemente haberte encontrado,realmente me ha impresionado tus palabras...Espero tu ayuda,que seas una guía..desde ya te agradezco de antemano...
Gracias por tu comentario, Lanez Mara, me alegra que estos mensajes hagan eco en otras almas sensibles... Esto confirma que "Todos Somos Uno".
Independientemente de raza, idioma o nacionalidad, cuando despertamos, nos damos cuenta que nuestro verdadero tesoro no está en una cuenta bancaria... sino en la luz y el amor que albergue nuestro corazón...
Felicidades igualmente por tu blog, tiene "muy buena pinta" así es que seguro te irá muy bien.
Espero que El Viraje hacia la Luz pueda seguir alimentando tu propio crecimiento interior.
Un abrazo!
Elvira G.
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