Ryan Hreljac. La primera vez que escuché su nombre fue a través del seminario “Inspiración” de Wayne Dyer, quien presenta ahí a personas que de alguna manera nos “inspiran” a hacer algo mejor de nuestras vidas. En efecto, este pequeño “angel” canadiense”, desde los 6 años tuvo la visión y decisión para pasar de la palabra a la acción. Su ejemplar trayecto de vida ha dado ya la vuelta al mundo para presentarnos “al niño que se propuso acabar con la sed en África”.
Decidí iniciar esta sección en el blog: “El Viraje que Inspira”, para hablar precisamente de esos seres que, con su ejemplo de vida, son motivación para los demás. Creo que en este momento, como Humanidad, necesitamos tanto de ello: dejar la teoría para entrar en la práctica. Aquí les dejo entonces con el primer caso, presentado en este artículo que elegí como el más emotivo, entre las variadas versiones que encontré en Internet sobre este tema.
Espero que disfruten su lectura y, al final, no dejen de ver el video, en español, sobre la labor de Ryan Hreljac.
Decidí iniciar esta sección en el blog: “El Viraje que Inspira”, para hablar precisamente de esos seres que, con su ejemplo de vida, son motivación para los demás. Creo que en este momento, como Humanidad, necesitamos tanto de ello: dejar la teoría para entrar en la práctica. Aquí les dejo entonces con el primer caso, presentado en este artículo que elegí como el más emotivo, entre las variadas versiones que encontré en Internet sobre este tema.
Espero que disfruten su lectura y, al final, no dejen de ver el video, en español, sobre la labor de Ryan Hreljac.
Sólo 70 dólares
Por Adolfo Güemez.
Es normal participar en una conversación sobre lo mal que está el mundo. Sin embargo, con este tema sucede lo mismo que con el del clima: se habla y se habla, sin ánimos de cambiarlo; se piensa que, así como la temperatura depende de la naturaleza, el hacer un mundo mejor depende de los políticos.
«¿Qué podría aportar yo? Desde mi puesto de trabajo no tengo influencia ninguna». «¿Cómo lograría construir un mundo más justo y bueno, si con trabajo ayudo a mis familiares?». Ryan Hreljac, niño canadiense de primaria, nos enseña que con un poco de ilusión podemos hacer mucho.
Como todo gran proyecto, tuvo un inicio muy simple. En una de sus clases de primaria la maestra les hablaba sobre la sed que se padece en África, y cómo muchos niños y mujeres tenían que caminar varias horas sólo para llenar un recipiente del preciado oro azul. Y concluía: «¡Pensar que bastan sólo 70 dólares para excavar un pozo!».
Ryan -en su inocencia- tomó al pie de la letra estas últimas palabras. Al llegar a casa les pidió a sus papás la cantidad. Su situación económica era difícil, pero su madre le ofreció un dólar diario si le ayudaba en los quehaceres de la casa.
El chico barría, aspiraba, compraba la leche, tiraba la basura y, además, ignoraba las burlas de sus hermanos Jordan y Keegan. ¡Estaba dispuesto a todo con tal de meter cada día un dólar en su alcancía!
Por fin llegó la hora en que completó la suma. Junto con su madre, se dirigió a una organización de ayuda a los países africanos llamada WaterCan. La directora, Nicole Bosley, explicó al pequeño que para construir un pozo no bastaban 70 dólares, sino 2,000. Pero hizo un compromiso con él: si conseguía 700, WaterCan pagaría los otros 1,300.
El niño siguió trabajando, sólo que ahora puso en movimiento a los que le rodeaban: la maestra colocó una alcancía sobre su escritorio, los parientes y conocidos le ayudaron, ¡y hasta sus irónicos hermanos visitaron a los vecinos para conseguir el resto! ¡Ryan lo logró!
Emocionado, acudió una vez más a la organización, pero esta vez para escoger el lugar donde se construiría el pozo: un pueblito de Uganda del Norte. Él mismo eligió un punto cercano a una escuela; así, pensó, chicos como él gozarían de agua fresca.
Gracias al patrocinio de un periódico local, el 27 de julio de 2000 Ryan fue recibido en el lejano pueblo africano. Era apenas un niño de 9 años, y grandes y pequeños lo admiraban. Además, al volver a casa, el Canadá entero le conocía y hasta el primer ministro lo recibió en un encuentro personal. Nació así la fundación “Pozo de Ryan”, que ha conseguido ya muchos miles de dólares destinados a diversos proyectos en el África.
Se puede pensar que esta es una historia bonita, pero aislada. Que el mundo no se cambia con sólo 70 dólares, que hace falta más tiempo, dinero, etc. Pero la verdad es que ¡sin niños -y adultos- con ilusión, no habría tantas cosas buenas en el mundo!
http://www.buenasnoticias.com/
Video: ¡Adelante, podemos!
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