La meditación es diaria,
continua y no utiliza ningún artilugio. Se sirve de los pájaros, nace con el
agua que surge del grifo, con la tormenta o el atardecer o la oscuridad de la
noche… No tiene posturas ni rituales, cada momento es una postura y un ritual…
cada instante es un regalo del Universo para penetrar sus secretos... Esa es la
meditación constante, la que nace en ese segundo de atención y en ese minuto de
plenitud... Es el latido de la unión con el alma, es la fragancia de las
antípodas celestes, es la brevedad del insomnio y la planicie angélica.
Meditar es abrirse al campo
de las maravillas, dejarse preñar por la magia que hay más allá del velo de la
mente, por sus semillas y raíces. Es penetrar lo irracional desde esa atalaya
que se levanta en los campos y bosques de la tierra hueca. Es la caricia
vespertina y el susurro nocturno. Es la tremenda ola que nace en nuestra
primavera y se fusiona en la arena en nuestro atardecer. Meditar no es
analizar, es dejar que la matemática exacta e incomprensible del universo
entero ordene el caos de nuestra ignorancia. Es ver cómo las señales nacen al
ojo despierto, ver como el temple de quietud sorprende al ávido.
Meditar es unir el Cielo en la Tierra , el alma con su
cuerpo, el espíritu con su mónada, el sol con su universo, la luz con su
sombra, la flor con su perfume. Meditar es penetrar y compenetrar el misterio
en esa respiración profunda y consciente que nos lleva hasta el supremo orden.
Respirar, inspirar y fusionar. El latido es triple, el anhelo múltiple, la paz
eterna y sublime.
Fuente:
Creando Utopías http://creandoutopias.net
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