jueves, 6 de febrero de 2014

El discípulo y la libertad



 Por M. Amajur

Hermanos yo soy Amajur, ustedes se dicen mis discípulos, pero yo no tengo discípulos, yo no puedo guiar a nadie porque no es mi papel ni mi deseo limitar los caminos de aquellos que andan buscando una realización personal.

En el universo no hay caminos, el camino lo hace cada uno al andar, como ya fue dicho muchas veces en la Tierra, ustedes hablan del camino de Oro*Mu como si conocieran el camino de Oro*Mu.

Hablan de precisar los planes y la dirección que deben tomar sus pasos como si todo estuviera ya planeado, como si el libre albedrío no existiera, como si ustedes fueran los jueces que dictaminan hacia dónde deben caminar las personas.

Pero Yo Soy Amajur y tampoco voy a decirles que no hagan lo que están haciendo porque sería una paradoja de todo lo que ya he mencionado.

Ustedes son libres de trabajar como mejor les plazca y yo soy libre para decir lo que creo que es más conveniente, tanto ustedes como yo somos trabajadores de planos tan abstractos que difícilmente se comprenden.

Para mí la libertad es el más preciado de todos los dones que la vida me ha concedido y por eso me rebelo al más pequeño asomo de coacción. Hay quien gusta de ser como el pez que se siente feliz de haber picado el anzuelo porque entonces ya no tiene que decidir hacia dónde debe nadar; alguien más lo ha decidido por él. 

Hay quien se siente feliz de ser encarcelado como un león, porque ya no tiene que preocuparse por la búsqueda de su comida; ya tiene quien lo alimente.
Hay quien se siente feliz porque le dicen cual es su misión y cuáles son los objetivos que se persiguen en la vida del espíritu porque entonces su búsqueda ha terminado y se dedica a realizar lo que otros le dicen que es correcto.

Pero hay otros que se sienten felices de fluir como el viento y viajar en el aroma de las flores y ser como la gota de agua que cantando va siguiendo el rumbo que la misma vida le ha marcado. Que puede elevarse a las alturas o quedar atrapada en las orillas del sendero, que puede terminar como rocío y quedar como una perla engarzada en algún pétalo de rosa.

Hay quien disfruta ser como el canto de las aves que una vez que es emitido viaja sin descanso cubriendo la tierra en todas direcciones y en esa libertad sin dirección, sin propósito, sin un tiempo que le separe el futuro del pasado, sin un espacio que le diga dónde está adentro y dónde está afuera, se complace en la eterna existencia del ser.

Yo soy como ellos, canto a la libertad, me muevo en la libertad y lanzo invitaciones para aquellos que me escuchan, para que puedan experimentar un instante de libertad y, después que la hayan experimentado, regresen entonces si ese es su deseo, regresen a sus cárceles, a sus anzuelos, enciérrense en sus cuatro paredes y encadénense a su pasado y a su presente. Si eso los hace sentirse estables, seguros y racionales y ese es su deseo, síganlo viviendo. 

Pero les diré que hace muchos años hubo hombres encadenados morando dentro de una cueva, imposibilitados de voltear sus rostros hacia la entrada y mirando permanentemente hacia una pared que se localizaba enfrente de ellos. Los días y las noches se alternaban interminablemente, mientras afuera se oía el bullicio de la ciudad y los hombres pasaban enfrente de la cueva y nunca penetraban, tan sólo sus sombras eran reflejadas en aquella pared y los pobres presos encadenados las veían. Y era todo lo que veían. Tanto tiempo moraron ahí que llegaron a pensar que su mundo era de sombras. 

Esta historia ya la han escuchado antes, lo que tal vez no sepan es que un buen día uno de los hombres logró voltear hacia la entrada de la cueva y vio pasar a los seres humanos que proyectaban las sombras a las que ellos estaban acostumbrados, fue tanto su temor y su sorpresa que regresó la mirada hacia la pared a la que siempre había visto y buscó convencerse a sí mismo de que lo que acababa de observar había sido sólo su imaginación.
Mediten en eso y un buen día estaremos hablando en otro espacio, en otro tiempo.
Así sea.

Fuente: Facebook Nemesh Kailas.

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