lunes, 4 de abril de 2011

Pequeño Gran Hombre...

Pequeño Gran HombreQuizás fue porque nunca me enseñaron a luchar -dijo el pequeño cobarde para sí, segundos antes de caer desplomado, apabullado y deshecho ante sus incipientes intentos... y sus primeras derrotas. Tal vez, si hubiera intentado tan sólo una vez más... ¡Tal vez entonces se hubiera coronado triunfador!

Pero no, desafortunadamente, se dejó vencer demasiado pronto. Nunca se percató de que "a luchar en la vida", no se aprende en una escuela específica; se aprende en el día a día. Que es precisamente el desánimo, el acicate para volverlo a hacer mañana, y aún con más coraje, y con más decisión y seguridad que hoy.

Lo que tú hagas o como tú lo hagas, quizás no guste a todo mundo. Pero es la manera UNICA en que Dios te lo ha permitido hacer. Y debes de luchar por tu posición. Inténtalo, chico! Nadie más que tú podrá experimentar la maravilla de saberte vencedor de ti mismo. De haber derrotado tus frustraciones. Tus desánimos. Tus desconsuelos. Tus dudas. Tus temores. Nefastos presagios de la destrucción de tu verdadero SER.

Y, ¿de dónde nacen, o dónde surgen esos entes aniquiladores? Del propio terreno virgen de tus pensamientos. Ahí se van agazapando poco a poco. Van robándole espacio y poder a lo positivo que hay en ti. ¿Por qué ahora que eres adulto, has de quejarte porque "desde niño no me inculcaron seguridad en mí mismo"?... o "si al menos alguien me hubiese dicho que yo podía hacer bien las cosas!"...

¿Sabes? nunca es tarde para que uno mismo tome las riendas de su vida. Resulta muy cómodo y fácil echarle a otros la culpa de lo que te pasa, en lugar de asumir la responsabilidad de tus circunstancias, que no son producto de otra cosa, sino de tus propios pensamientos negativos, plenos de temor e inseguridad.

Si ahora te das cuenta de que nadie te dijo de pequeño que tú valías mucho, ¿sabes cuál es la solución? Así de fácil: comenzar, ahora mismo, pero efectivamente, a decirte constantemente, que tú vales mucho. Que eres un Ser Irrepetible. Que eres todo un Príncipe, porque eres hijo de la Luz.

Que debes caminar por la vida con la cabeza muy en alto, y el orgullo de saberte de nobilísima estirpe, a flor de piel. ¿Que no puedes? ¿Que la vida es difícil? ¡Ríete de ti mismo! De tus pensamientos aniquiladores, mediocres y derrotistas.

Sácalos de tu mente como quien saca con una pesada escoba toda la basura que hay en casa. Sí, porque en la casa de tu mente, no debe haber cabida más que para pensamientos edificantes, que te construyan.

Tú eres, hijo mío, un hijo de la inteligencia, del amor, del poder. Apréndete esto. No hay imposibles, tan sólo seres que se piensan imposibilitados. Sí, llora si quieres. Llora porque vas a reedificarte. Porque vas a dejar tirada por el suelo la piltrafa de tu derrotismo.

Quítate esos ropajes que te van mal, que te constriñen, que te amilanan. El temor y el espíritu de derrota no le van al Hijo del Rey. El Señor te ilumina aquí y ahora, y siempre. No temas. Sólo déjate guiar por él. Hacia el sitio alto que él te tiene preparado. Hacia la realización de tu plenitud.

Aprende y date cuenta por fin que la derrota o el triunfo, antes que se manifiesten hacia el exterior, han surgido de tu mente, y han echado raíces primero en tu corazón. ¿Qué es lo que vas a permitir que fructifique ahí? ¿La oscuridad o la luz? ¿El valor o la cobardía? ¿La esperanza o el desánimo?

Es la lección que has de ir aprendiendo y aplicando día a día. Y, no hay vuelta de hoja. Día a día es una página en blanco que hemos de llenar con frases de victoria o de derrota... de triunfo o desolación. ¿Qué decides, mi Pequeño Gran Hombre?...

Elvira G.

® Derechos Reservados.

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