Tal vez llegó el momento: entregar la casa rentada. Los muros ya están viejos y deteriorados. Llenos de sarro y moho. Limpiarlos resulta difícil.
¡Pero nos hemos acostumbrado tanto a estar aquí! A pesar de ciertas incomodidades. A pesar de las visitas o situaciones desagradables que vivimos en ella. No siempre hubo luz entre sus muros. Por momentos reinó la oscuridad y también se coló el frío por las ventanas abiertas. Pero era nuestra casa y había qué estar en ella.
Hoy los muros comienzan a resquebrajarse. No encontramos ya la manera de fortificarlos. Aunque insistimos y nos resistimos a abandonarla. O quizás son nuestros familiares quienes nos invitan a hacerlo aún, a prolongar nuestra estancia dentro de ella. Tratan de ayudarnos a tapar una grieta, resanar un muro, o reparar aquella desvencijada puerta que se está cayendo, vencida por el tiempo.
Se nos olvida que la casa es rentada tan sólo por un tiempo. No es nuestra. No nos pertenece ni nosotros pertenecemos a ella. No vale la pena empecinarnos en permanecer dentro de esos espacios. Ya no hay otra salida. Se nos acabó el contrato. Olvidamos que éste era tan sólo un trato temporal.
No recordamos que nuestro contrato indefinido es el que viene ahora: el de nuestro verdadero y eterno hogar, el espiritual. En este momento, quizás, tan sólo nos toca abandonar esa casa rentada: la morada temporal de nuestro efímero cuerpo físico…
Intuimos que llegó ese momento. Sin embargo, sólo el propietario de los bienes inmuebles tiene la última palabra. Sólo Él…
Elvira G.
® Derechos Reservados.
¡Pero nos hemos acostumbrado tanto a estar aquí! A pesar de ciertas incomodidades. A pesar de las visitas o situaciones desagradables que vivimos en ella. No siempre hubo luz entre sus muros. Por momentos reinó la oscuridad y también se coló el frío por las ventanas abiertas. Pero era nuestra casa y había qué estar en ella.
Hoy los muros comienzan a resquebrajarse. No encontramos ya la manera de fortificarlos. Aunque insistimos y nos resistimos a abandonarla. O quizás son nuestros familiares quienes nos invitan a hacerlo aún, a prolongar nuestra estancia dentro de ella. Tratan de ayudarnos a tapar una grieta, resanar un muro, o reparar aquella desvencijada puerta que se está cayendo, vencida por el tiempo.
Se nos olvida que la casa es rentada tan sólo por un tiempo. No es nuestra. No nos pertenece ni nosotros pertenecemos a ella. No vale la pena empecinarnos en permanecer dentro de esos espacios. Ya no hay otra salida. Se nos acabó el contrato. Olvidamos que éste era tan sólo un trato temporal.
No recordamos que nuestro contrato indefinido es el que viene ahora: el de nuestro verdadero y eterno hogar, el espiritual. En este momento, quizás, tan sólo nos toca abandonar esa casa rentada: la morada temporal de nuestro efímero cuerpo físico…
Intuimos que llegó ese momento. Sin embargo, sólo el propietario de los bienes inmuebles tiene la última palabra. Sólo Él…
Elvira G.
® Derechos Reservados.
7 comentarios:
Si nos identificamos con todo cuanto nos rodea... si pensamos que nuestro coche, nuestra pareja, nuestra casa... es una extensión de nuestro cuerpo... Si nos aferramos a todo esto... como no nos vamos a identificar con nuestro cuerpo...
Llegar a comprender que somos algo más que un cuerpo lleva mucho tiempo... para muchos toda una vida.
Me ha gustado tu entrada
Un abrazo
Querida Elviry,
Tu reflexión me hace entrar en mi casa rentada y agradecerle a cada parte de ella el servicio tan maravilloso que me ha dado, así como al dueño de los bienes raíces por habermela permitido todo este tiempo. También me pone en contacto con el corazón de mi madre, el cual en diciembre latía despidiéndose y soltando "su casa", a veces no es fácil, pero con la ayuda de los que los queremos, podemos apoyarlos a vaciarla de lo que ya no es útil, o los limita, y puedan entregarla a su dueño armoniosamente. Nuestra propia soltura y confianza absoluta en el dueño de los bienes raíces, es la mejor ayuda que podamos darles...
Mis oraciones y cariño están con todos ustedes.
Coppelia.
Gracias, Fael-Lo:
Escribí este mensaje en una sala de espera de "terapia intensiva". Tratándose de mi madre, el tema se torna aún más triste.
Aunque sabemos que ocupamos una "casa en renta", cuando llega el momento de abandonarla, todos nuestros conocimientos sobre la muerte no parecen suficientes para sustentarnos...
De mi parte, pido al Padre que determine lo mejor para ella...
Elvira...
Gracias, mi querida Coppelia, por solidarizarte...en estos momentos se agradecen muy especialmente las palabras y los gestos amigos, de apoyo y afecto...
Elvira.
ELVIRI
UNA REFLEXIÓN MUY SABIA!
Saludos con cariño
MILAGROS RAMOS ARRAS
Gracias Elvira por compartir con nosotros este texto y éste particular momento. Siempre llega el momento de dejar la casa. Hay un dicho que dice (respecto de la de material), no importa si la compras o alquilas, siempre será prestada...
Lo efímero de nuestro cuerpo fisico es directamente proporcional a la inmortalidad del alma.
Abrazo gigante de luz que ilumine el camino, Mirta
Un abrazo enorme, Elvira. De esos donde se tocan las esencias. :)
¡Me gusto esta entrada!. Esos muros resquebrajados se tienen que caer apesar de que muchos quieran que continuen ahí. Todo es una gran transformación, muchos valientes y servidores ya cumplierón, simplemente parten.
Mucho equilibrio. Se vienen cambios grandes.
Joce Bosque
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