Lo sabemos. La muerte no significa más que abandonar nuestra “casa rentada” -el cuerpo físico que tuvimos prestado por un tiempo-, para mudarnos a otra casa más cómoda y bella. Significa liberarnos de las ataduras de nuestra corporificación física que muchas veces, tras la agonía de una larga enfermedad, se nos convierte más bien en una cárcel.
En este momento, sentimientos de tristeza y angustia invaden nuevamente al mundo debido al reciente terremoto en el Japón. Sabemos que esas almas así lo habían decidido desde antes de nacer: partir en grupo para contribuir de esa manera en la apertura de conciencia planetaria. Sin embargo, nuestra naturaleza humana aún se estremece.
Elevando una oración muy especial para nuestros hermanos del Japón, y pidiendo igualmente paz y consuelo interior para todos aquellos quienes en estos momentos atraviesan por una situación parecida, comparto hoy aquí un singular mensaje que recibí hace algunos años, tras la muerte de una querida amiga en Inglaterra.
Fue una de las lecturas que hicieron el día de su sepelio. Traduje el texto al español, procurando que el resultado sea lo más fiel al sentido original del mismo. Imaginemos entonces que ese ser tan querido para nosotros, con su familiar y cariñosa voz de siempre -seguramente incluso hasta sonriendo-, viene a decirnos esto:
“La muerte no significa nada en absoluto... Simplemente es como haber pasado a la siguiente habitación. Yo soy yo, y tú sigues siendo tú.... No importa lo que hayamos sido en vida el uno para el otro, eso mismo seguimos siendo ahora. Llámame o nómbrame con mi mismo nombre familiar; háblame de una forma sencilla, como siempre lo hiciste.
No pongas ninguna diferencia en el tono de tu voz; no utilices un aire forzado ni manifiestes solemnidad o desconsuelo. Ríe como reíamos siempre por todas esas pequeñas bromas y tonterías que disfrutábamos juntos. Juega, sonríe, piensa en mí, reza por mí, permite que mi nombre siga siendo esa misma palabra familiar que siempre fue.
Pide que se me mencione sin ningún tono afectado, sin ninguna sombra de congoja o tristeza. La vida sigue siendo lo que siempre fue. Es lo mismo. No ha habido ninguna ruptura. ¿Por qué habría yo de estar fuera de tu mente, sólo porque estoy fuera de tu vista? No estoy sino haciendo un intervalo de espera por ti. Estoy muy cerca... a la vuelta de la esquina. Todo está bien...”
(Henry Scott Holland).
En este momento, sentimientos de tristeza y angustia invaden nuevamente al mundo debido al reciente terremoto en el Japón. Sabemos que esas almas así lo habían decidido desde antes de nacer: partir en grupo para contribuir de esa manera en la apertura de conciencia planetaria. Sin embargo, nuestra naturaleza humana aún se estremece.
Elevando una oración muy especial para nuestros hermanos del Japón, y pidiendo igualmente paz y consuelo interior para todos aquellos quienes en estos momentos atraviesan por una situación parecida, comparto hoy aquí un singular mensaje que recibí hace algunos años, tras la muerte de una querida amiga en Inglaterra.
Fue una de las lecturas que hicieron el día de su sepelio. Traduje el texto al español, procurando que el resultado sea lo más fiel al sentido original del mismo. Imaginemos entonces que ese ser tan querido para nosotros, con su familiar y cariñosa voz de siempre -seguramente incluso hasta sonriendo-, viene a decirnos esto:
“La muerte no significa nada en absoluto... Simplemente es como haber pasado a la siguiente habitación. Yo soy yo, y tú sigues siendo tú.... No importa lo que hayamos sido en vida el uno para el otro, eso mismo seguimos siendo ahora. Llámame o nómbrame con mi mismo nombre familiar; háblame de una forma sencilla, como siempre lo hiciste.
No pongas ninguna diferencia en el tono de tu voz; no utilices un aire forzado ni manifiestes solemnidad o desconsuelo. Ríe como reíamos siempre por todas esas pequeñas bromas y tonterías que disfrutábamos juntos. Juega, sonríe, piensa en mí, reza por mí, permite que mi nombre siga siendo esa misma palabra familiar que siempre fue.
Pide que se me mencione sin ningún tono afectado, sin ninguna sombra de congoja o tristeza. La vida sigue siendo lo que siempre fue. Es lo mismo. No ha habido ninguna ruptura. ¿Por qué habría yo de estar fuera de tu mente, sólo porque estoy fuera de tu vista? No estoy sino haciendo un intervalo de espera por ti. Estoy muy cerca... a la vuelta de la esquina. Todo está bien...”
(Henry Scott Holland).
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