Por Jennifer Hoffman
El Día de la Madre se celebró en muchas partes del mundo este fin de semana pasado y todos tienen una opinión distinta de este día. Porque aquellos cuya madre ha fallecido, pudieron haber pasado el día con tristeza o pesar.
Otros se estremecen cuando tienen que enviar una tarjeta o regalo, o pasar tiempo con su madre, porque están enojados, resentidos y dolidos por lo que ella ha hecho (o no ha hecho) por ellos. Otros desearían haber elegido una madre distinta a la que tienen y hay quienes disfrutan de este día, aprecian a su madre y están contentos de pasar tiempo con ella.
Cualquiera que haya sido su experiencia de ‘madre’, nosotros elegimos conscientemente a la madre que accedió a darnos la vida, plasmarnos un ADN emocional, establecer paradigmas energéticos específicos y crear los cimientos para lo que iba a ser nuestra lección para aprender a amarnos a nosotros mismos. Podemos juzgar a nuestra madre por no ser lo suficientemente buena, por no amarnos, apoyarnos o guiarnos lo suficiente y, sin embargo, ella hizo exactamente lo que le pedimos que hiciera dentro de nuestro contrato álmico.
La madre que esperábamos satisficiera nuestras necesidades emocionales lo hizo, pero no siempre en la forma en que pensábamos que debía hacerlo. Más bien, ella cubrió nuestras necesidades espirituales y para entender a nuestra madre, tenemos que entenderla también desde esta perspectiva.
Hay tres aspectos en la energía de la madre, físico, emocional y espiritual. A través del aspecto físico, nuestra madre aceptó darnos a luz para traernos al mundo. A través del aspecto emocional, ella acepta energizar la impronta emocional de nuestro ADN y crear nuestro paradigma de poder.
A través del aspecto espiritual, tenemos nuestro contrato álmico con ella, que de hecho establece los cimientos para los otros dos aspectos. Al reconocer estos tres aspectos, nuestra relación con nuestra madre empieza a adquirir nuevas dimensiones y podemos considerarla desde una perspectiva totalmente diferente.
Parte de nuestra labor como Trabajadores de la Luz era preparar la tierra para las nuevas generaciones de niños y convertirnos en el tipo de padres que ellos iban a necesitar para expresar plenamente su energía. Lo que aprendimos de nuestras madres nos ayudó a hacer eso porque nos hizo padres más conscientes — conscientes de la energía, sentimientos, emociones, potencial, dolor, traición y poder.
La mayoría de nosotros tuvimos madres poderosas encerradas en vidas impotentes y nosotros utilizamos esa experiencia ya sea para tener un mayor propósito en nuestro uso del poder, o lo vivimos en una agonía callada, herida e impotente por tener una madre que no nos amó, ayudó, guió o cuidó lo suficiente de nosotros, o como nosotros pensamos que debía hacerlo.
Podemos utilizar la celebración del Día de la Madre para atendernos a nosotros mismos, perdonar a nuestras madres por todo, y agradecerles por las maestras espirituales que han sido. Y luego a cuidar de nosotros mismos de la forma en que queremos ser sustentados, apoyados, guiados y amados, empezando con amarnos a nosotros mismos, lo que a su vez atrae a gente cariñosa y comprensiva que nos puede llevar más allá de la experiencia de nuestro contrato álmico con nuestra madre y nos da una nueva experiencia de amor que podemos compartir con el mundo.
Traducción: Margarita López
Edición: El Manantial del Caduceo
http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
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