lunes, 7 de diciembre de 2009

El Abuelo




Viendo a la joven aquella tan desolada, el viejo se sentó esa noche tranquilamente a su lado, y le dijo:

“Es sólo venciendo sus miedos, que el hombre se hace grande, fuerte, casi invencible. ¿Qué mayor belleza que aquella, la del semblante tranquilo a quien nadie ni nada perturba? A quien los comentarios positivos o negativos dejan impasible. A quien lo mismo dan las injurias que las alabanzas. El rostro de quien ha aprendido a distinguir lo falso de lo verdadero y procura en lo posible estar atento a su voz interior, refugiándose cada noche dentro de su ser… El rostro de aquel que cierra las puertas de su casa y trata de hacer un recuento de todo lo pasado durante el día… ese rostro no puede sino ser bello y sereno.

Un alma con esa quietud es capaz de descubrir poco a poco la luz, en respuestas que llegan a confirmarle lo absurdo de sus miedos. El miedo de enfermar, de envejecer, de no lograr esto o aquello.

¿Sabes? –continuó el viejo-, he aquí la gran tragedia del hombre: la de sentirse inseguro, la de querer la posesión de algo para saberse protegido y dar, así, una razón de ser a su existencia. Hay quienes desean formar un hogar y tener hijos. A otros eso no les basta. Ansían posesiones y riquezas, mando y poderío. Al verse aclamados sienten crecer su grandeza… ¡Una pobre grandeza fundada tan sólo en lo ilusorio!

Todos ellos se engañan, porque el querer algo y no poder lograrlo les hace vivir angustiados e insatisfechos, deseando, la mayoría de las veces, cosas efímeras y vanas que tarde o temprano se terminan.

Por el contrario, el hombre debiera enfrentarse a la idea de la muerte. Retarla en cierta forma. Hacer caso omiso de lo que ella habrá de llevarse algún día y cultivar lo que la desaparición de su cuerpo físico no destruye. Eso que podríamos llamar su mundo espiritual, comenzando por desapegarse de lo tan sólo material.

Asimismo, el hombre debiera canalizar sus emociones y energías. Permanecer indiferente a todo lo que le sea ajeno, e ir adentrándose en su ser, forjando su propia senda al emprender ese largo pero tan meritorio camino, que es el de la conquista de sí mismo.

Habiendo aprendido a ver un poco más allá de toda esa aparente “realidad”, habiendo reconocido la verdad tan simple y eterna de su peregrinaje en esta Tierra, ¿crees acaso que habría lugar en el corazón del hombre para ambiciones, envidias o angustias?

No quiero cansarte más por ahora –dijo aún el viejo-, sabes en dónde puedes encontrarme cada vez que te sientas sola. El camino a mi casa requiere de calma y quietud, pero la noche y el silencio son buenos consejeros…”

Elvira G.

3 comentarios:

Rebeca Felipe dijo...

Elvira:

Estuve de visita en tu blog, y me da mucho gusto decirte que tienes una forma de escribir que llega dentro, de fácil comprensión y profundo contenido.

Mi opinión es que aparte de tu blog, escribas un libro en que hables de esa búsqueda interior, y de tus experiencias en ella, le puedes incluir anecdotas, etc. creo que tienes un buen talento que no debes desperdiciar, anímate, es una sugerencia,

Desde mi corazón que dios te bendiga siempre y te colme de bendiciones.

Rebeca

Irene Castellanos dijo...

Qué gusto saber que estás haciendo lo que te gusta , siempre te recuerdo y aunque lejos , espero un día podernos saludar personalmente.

Ya entré a tu blog, me parece fabuloso!

Felicidades!

Anónimo dijo...

Elvira,

Estaré unos días afuera, sólo pase a decirte que luego que regrese pasaré con más tiempo de leerte.
Un Abrazo y que tengas un lindo fin de semana.
Andrea.