En la bandeja del "check point" depositará
religiosamente su "Rolex", también las tarjetas de oro que no operan
en la geografía sin bancos, ni dinero. A la entrada del más allá no hay
tratamiento VIP para los banqueros. Al otro lado del velo, el primer financiero
español habrá de prescindir de zapatos, joyas y corbata. Se despojará al igual
que nosotros de la vestimenta de carne y avanzará, desnuda el alma, hacia la
luz que a él también le aguarda. A todos nos espera una gloria que jamás se
canjeará con moneda de este mundo. "No nos llevamos ni un céntimo al más
allá" pregonaba a menudo Conny Méndez, la moderna profetisa de los pobres
de América Latina.
La muerte no nos iguala a todos. Cada uno lleva su cartera
única e intransferible, sus acciones que no cotizan en ninguna bolsa de este
mundo, sus bonos conquistados en gestos y acciones en favor del otro. Vivimos
obviando la futilidad de la materia, como si los bienes de este signo que
reunimos lo fueran para la eternidad. Raramente nos detenemos a observar la
fecha de caducidad de lo que acumulamos. En nuestro interior, el eco de esa
eternidad no ha acallado aún el tintineo del dinero. Voceamos "estar de
paso", pero en realidad echamos en falta unas manos más grandes capaces de
acaparar más. Sean otros, poetas y chiflados quienes achiquen la mochila y
marchen ligeros de riquezas y equipaje...
Seguramente desde la otra orilla de la realidad, los
banqueros que fueron nos invitan a amasar otra suerte de fortuna que no se
referencia ni con el "Ibex", ni con el "Nasdaq", sino con
nuestro nivel de verdadero amor. Nos sugieren invertir en un
"parquet" en el que sólo cotiza el genuino altruismo, en unas
"preferentes" cuyos últimos beneficiarios somos nosotros mismos.
Todo el dinero no serviría para reparar el órgano averiado.
Calla también una soleada mañana de Septiembre el corazón del más acaudalado.
Torne el recelo con respecto a los ricos, reflexión sobre nuestra relación con
los bienes y riquezas. ¿En qué pensamos al imaginarnos con dinero? ¿No
criticaremos una ambición, cuyas raíces igualmente proliferan por dentro? ¿Qué
sería de esa abundancia en nuestras manos, de esa fortuna con nuestro nombre
estampado?
Dicen que los roles y los "Rolex", van turnando,
que el vasallo un día también noble. ¿En vez de criticar tanto al otro
"afortunado", por qué no prepararnos, por qué no ensayarnos cada día
un poco más en el dar y servir, para cuando llegue nuestro turno más
privilegiado? Todos podemos ser aquí y ahora banqueros, erigirnos en entidad
que se prolifera en caricia, ternura, generosidad, compasión… Todos podemos ser
un poco Botín a nuestra manera, acumulando las riquezas que jamás, jamás
marchitan.
Artaza 10 de Septiembre de 2014
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